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El peso de la botella

Álvaro Ribalta

Cualquier empresa que nazca en tiempos actuales debe tener la sostenibilidad muy presente en todas y cada una de las decisiones que se tomen. Una compañía de distribución y venta de vino no está necesariamente involucrada en la producción del mismo, con lo que quizá no se espera que pueda tener una gran influencia en el compromiso medioambiental y el legado de huella de carbono. Nada más lejos de la realidad.

Un comerciante de vinos es un “simple” intermediario entre diferentes eslabones de la cadena de suministro, sean bodegas productoras, distribuidoras, almacenes logísticos, restaurantes y otros establecimientos y clientes finales. Para completar la venta se debe mover el vino entre las diferentes capas que forman el tejido comercial, un transporte que se suele hacer o bien por mar, si se trata de envíos transcontinentales, o, más comúnmente por carretera.

El impacto medioambiental del transporte del producto está directamente relacionado con el peso del mismo: cuanto más pesado, mayor será la contaminación. En el caso del vino embotellado, el peso de la botella en sí es el factor con mayor relevancia en la huella de carbono – diferentes estudios lo sitúan en alrededor del 40% del total de emisiones de toda la cadena de producción. Afortunadamente, la percepción del consumidor en cuanto al peso de la botella ha ido evolucionando en los últimos años. Aunque todavía quedan bodegas que intentan aportar valor al vino incrementando el peso de la botella (burro grande, ande o no ande) atrás van quedando los años en los que usar botellas de hasta 1.5kg de peso (o incluso más) en vacío era la norma habitual para embotellar los vinos de gama más alta.

En Massal Selection creemos que es imperativo comenzar a cambiar el canon de percepción de la calidad en el empaquetado del vino y es por eso que queremos influir, desde nuestra humilde opinión, en el hábito de compra de nuestros clientes. En cada una de las fichas de producto aparecerá el peso de la botella llena en gramos.

Sin embargo, entendemos que, una cifra sin contexto poco quiere decir. No es lo mismo una botella de vino tranquilo que una de espumoso, en la que una presión de hasta 6 bar podría reventar el envase si no es lo suficientemente resistente. Es por eso que, además del peso en sí, también aparecerá un distintivo de una hoja de diferente color, teniendo en cuenta otras variables como el tipo de vino o el volumen en sí de la botella: verde para el más sostenible, marrón para un término medio y rojo para el más “contaminante”.

Nuestra intención no es (de momento) vetar la venta de todo vino embotellado en un recipiente innecesariamente pesado. Sino crear el debate entre consumidores y elaboradores para que en un futuro las botellas pesadas dejen de ser una herramienta de marketing y sean vistas como un elemento pasado de moda. Ojalá el trabajo extra que representa esta decisión sirva para que no sea necesario hacerlo en un futuro por resultar en un mensaje superfluo. Si productos como las bicicletas o los portátiles se diseñan con la máxima ligereza posible como objetivo principal, ¿por qué no conseguir el mismo objetivo con una botella de vino?