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Romaric Chavy puede parecer joven, pero lleva toda una vida involucrado en la elaboración del vino de Borgoña. De hecho, comenzó a hacer sus pinitos en el mundillo desde que tenía 12 años, cuando comenzó a hacer prácticas en la bodega de su padrino, el enfant terrible, François Mikulski.

Siendo la séptima generación de viticultores, desde 2006, Romaric está al frente de la bodega familiar en Meursault, con 15 hectáreas de viñedos repartidos por los mejores códigos postales de la Côte de Beaune. El régimen de trabajo en viñedo es esencialmente la viticultura ecológica, siguiendo principios de lutte raisonée. En bodega, los mostos fermentan de manera natural y los vinos se afinan en barrica no más de 9-10 meses, de las cuales hay un máximo de 20% de madera nueva. Esto, junto con la decisión de no hacer batonnage durante su crianza, hacen que sean vinos finos, sin una gran amplitud o carga glicérica excesiva y con un aporte del roble limitado. Aunque su estilo afilado sugiere una capacidad de guarda importante, el uso juicioso de la barrica también resulta en vinos que no necesitan de una paciencia digna de las mejores madres.

Algunas de las parcelas más prestigiosas son ‘Les Enseigneres’ en Puligny-Montrachet o el Monopole ‘Clos des Corvées de Citeau’ en Meursault, un viñedo que, como su propio nombre indica, está rodeado por un muro de piedra y es propiedad exclusiva de la familia. Esta parcela, al estar enclaustrada, tiende a dar los vinos más cálidos y generosos de la gama. Especial mención merece también ‘Les Femelottes’, una parcela dentro de los límites de Puligny-Montrachet pero justo por debajo de las viñas certificadas como Village, resultando en un peso pluma capaz de mirarle a la cara a un peso medio.

Romaric se está asentando poco a poco en un productor de culto, unas de esas bodegas que, dentro de unos años, nos patearemos por no haber comprado y guardado cajas de sus vinos cuando todavía se encontraban.