Stéphane Dief fundó Clos Manou en 1998, elaborando 2 barricas de una pequeña parcela de 0.12 hectáreas unos 15km al norte de Saint-Estèphe, una zona alejada y, hasta ahora, poco considerada del margen izquierdo del Garonne. A día de hoy, Stéphane y su mujer Françoise cuentan con 18 hectáreas divididas en 55 parcelas. La variedad de suelos de sus viñedos (gravas, arenas y arcillas calcáreas), todos con diferentes grados de permeabilidad y retención de agua, les permiten tener diferentes ingredientes con lo que trabajar según venga una añada seca o húmeda. Las altas densidades de plantación, entre 10.000 y 13.500 plantas por hectárea, buscan la competición en suelos de alto potencial productivo, pero mantienen bajas alturas de las cepas para minimizar el sombreado entre hileras.
En viña, los trabajos en ecológico y biodinámica que emplean desde el primer día son tratados como una “viticultura normal”. No herbicidas, pesticidas o fertilizantes tienen cabida en sus viñedos y la vendimia se realiza exclusivamente de manera manual y en pequeñas cajas para proteger los racimos.
En bodega, una estricta selección de cada racimo precede a unas fermentaciones en una variedad de depósitos, desde tinos troncocónicos o barricas abiertas hasta depósitos de hormigón. El tratamiento del vino en todos los estadios del proceso tiende a estar del lado reductivo, buscando una alta expresión frutal y una conservación de la textura tánica. La crianza se realiza en barricas de roble francés, huevos de hormigón e incluso en tinajas de barro. A pesar de un porcentaje alto de barricas nuevas usadas para el afinamiento del Grand Vin, es en estos detalles donde se descubren los productores que realmente son capaces de elaborar grandes vinos. La madera actúa simplemente de acompañante, sin buscar ningún tipo de protagonismo y así lo demuestran en la copa.
Cuando una bodega como Clos Manou hace las cosas realmente bien tanto en viña como en bodega y además es capaz de volar bajo el radar, tiene todos los números para convertirse en un productor de culto. A fin de cuentas, no somos los únicos que lo pensamos: